miércoles, 11 de septiembre de 2013

La ilusión superpuesta con la presión en el pecho, que supone el lento hundimiento en el barro.

Cuatro puntos en el lado izquierdo, cuatro puntos en el lado derecho. Puntos azules sobre cejas marrón claro; tres arcos rojos bajando por su nariz y a través de su psique, costeados por unos ojos de luna grises y penetrantes. Una sombra de césped recién cortado se difumina en ojeras que sólo pueden verse en la oscuridad, bajo las cuales un violeta en los pómulos se degrada y se mezcla perfecto, sublime, con pequeñas arrugas sobre las comisuras de los labios rojo carmesí que tantas voluntades rompieron una vez. Y otra más. Sobre su rostro cae sorda y espontánea una masa de tirabuzones de color indescriptible, dando forma y armonía a su semblante imperfecto pero perfecto en todas sus facetas.

 Ahí es cuando entra en escena.
 Ahí es donde mata
e impune se aleja danzando.

A su espalda, los tirabuzones saltan, como burlándose del fenecido.

De mí.

2 comentarios:

Exprimí aquel putrido cerebro tuyo para que revolotee hasta acá tu vasta opinión